Los avances científicos de la humanidad no son en
vano, cada día son más y más los descubrimientos realizados por los seres
humanos en todas las áreas del conocimiento, y cada día, lastimosamente,
olvidamos con más facilidad las responsabilidades que acarrean estos
descubrimientos y la forma como deben ser utilizados.
En 1962, Watson y Crick recibieron el premio nobel
de fisiología y medicina por sus investigaciones relacionadas con la estructura
del ADN. Fue en este año cuando se dio el punto de partida de la ingeniería
genética y de la biotecnología; cosas como la clonación y la manipulación
genética que antes eran tan solo fantasía, ahora comenzaban a verse como una
posibilidad. ¿Pero sabían los hombres hasta dónde llegarían? ¿Alguna vez
imaginaron lo que esto podría significar para las generaciones venideras?
Aparentemente, no.
En los últimos años, todo nos lleva a afirmar que
la manipulación genética está destinada a ser la corriente científica que
marcará la pauta de la investigación experimental en el siglo XXI. Cada vez la
formación de nuevas combinaciones de material hereditario y la modificación de
la información genética de la especie animal y humana se están volviendo más
comunes; estos procedimientos están teniendo lugar cada vez con más frecuencia
y consecuente aceptación del público en general. ¿Hasta que punto conviene
realizar estas intervenciones? ¿Hasta que punto pueden los hombres modificar lo
naturalmente establecido a su favor, para cumplir sus caprichos?
Resulta apenas necesario no sólo entender el
concepto de manipulación genética, sino también tomar una posición respecto a
este debate científico e ideológico que ha cuestionado a los seres humanos de
este siglo, y que seguirá cuestionándolos cada vez más.
La manipulación genética, en este caso humana,
implica la modificación genética de uno o varios genes por un agente externo,
conocido como investigador, quien puede buscar dos fines: Mejorar la especie
sin realizar cambios sustanciales ni ajenos a su naturaleza, o por otro lado,
suprimir la individualidad, para así llegar a hacer “humanos a la carta” que
cumplan con los caprichos de otras personas.
El hecho de utilizar la manipulación genética como
un medio para mejorar la especie no tiene nada negativo, siempre y cuando no se
realicen cambios que vayan en contra de una naturaleza ya establecida, es
decir, cambios que modifiquen sustancialmente a lo que ya se conoce como “ser
humano”.
Ver la manipulación genética como una forma de
mejorar la calidad de vida de las personas, y como una posibilidad de reducir
los riesgos de futuras enfermedades no debería considerarse como algo negativo;
de hecho es algo que todos soñamos y que alguna vez hemos deseado cuando
alguien muy cercano está enfermo, pues siempre pensamos “Ojalá se hubiera
podido evitar esto”. Con ayuda de los avances científicos realizados alrededor
del genoma humano, son cada vez más las futuras enfermedades que se pueden
descubrir con base en éste, y en conjunto con la manipulación genética, son
cada vez más las enfermedades que una vez descubiertas, son evitables.
Pero no todos los investigadores toman este camino,
no todos eligen la manipulación genética como una posibilidad de mejora. Cada
vez es más común, que gente adinerada y decidida a cumplir sus caprichos,
recurran a manipuladores genéticos con la intención de modificar alguna
característica física de sus futuros hijos, cuando estos apenas son un pequeño
gameto.
Es acá cuando la manipulación genética se
transforma en un medio para cumplir caprichos, para darnos gusto; gente,
genetistas e investigadores que con la excusa de “mejorar la especie”, terminan
suprimiendo la individualidad de cada ser humano, para transformar esa
individualidad en lo que los otros conocen y aceptan como “normal” o “común”.
¿Será que esto nos corresponde a nosotros? Pensemos
por un momento lo que puede llegar a sentir un pequeño ser humano, un pequeño
niño, al saber que sus padres lo ordenaron a “la carta”: Queremos un hijo
varón, con el pelo rojo, que mida tantos centímetros y tenga este color de
ojos. ¿Nos parece justo? ¿Desde cuando estamos nosotros destinados a escoger
cómo pueden llegar a ser nuestros hijos?
Y desafortunadamente, esta no es la única situación
que se presenta en términos de mala praxis de la manipulación genética, y en
este último caso haré un gran énfasis, pues con toda sinceridad es el que más
me molesta.
Imaginemos la siguiente situación: Tenemos una
madre joven, que tiene una hija de siete años, desafortunadamente, su pequeña
hija sufre de leucemia, ha necesitado varios trasplantes de médula, y cada vez
resulta más difícil encontrar un donante, pues su madre no es compatible, su
padre tampoco y no tiene hermanos.
Sus dos padres deciden tener otro hijo, para ver si
tal vez logran procrear un ser humano que sea compatible con su pequeña niña a
la que tanto desean salvar, pero ellos mismos reconocen que hay un riesgo alto
de que no sean compatibles, así que con asesoría de un grupo de médicos y de
ingenieros genéticos, deciden modificar el genoma de su futuro hijo, o más bien
de su futuro donante de órganos, para que este sea totalmente compatible con su
pequeña hija.
Una vez realizada la manipulación genética, logran
su cometido, nace su hijo y con su compatibilidad 100% garantizada comienzan a
hacer todo lo necesario para salvar a su pequeña: Toman células madre del
cordón umbilical, etc. Salvan a la niña, pero qué calidad de vida le están
dando a su otro hijo, cuando este no fue deseado por amor a él, sino por amor a
su hermana, cuando este sólo ha sido utilizado por sus padres y no es más que un donador de órganos manipulado
genéticamente con la única intención de que sea totalmente compatible con su
hermana.
Lo triste es que, por más que estos padres se
encariñen con el nuevo pequeño, nunca podrán negar las verdaderas intenciones
con que lo tuvieron, y va a llegar un momento en el que este pequeño, tal vez
ya siendo un hombrecito, se de cuenta que sus padres sólo lo tuvieron para
ayudar a su hermana, y esto nadie podrá sacárselo de su cabeza ni de su
corazón, siempre se sentirá utilizado y ultrajado. Salvó la vida de su hermana,
pero no se siente amado por sus padres.
Como padres, a veces comprendo que el amor los
lleve a tomar medidas desesperadas, pero no me cabe en la cabeza que utilicen a
otro ser humano como cajón de órganos hecho a la medida, es decir, como un
donante de órganos manipulado genéticamente. Una vez más se equivoca la
manipulación genética y una vez más es la misma gente quien lleva a una
explotación negativa de un descubrimiento.
Cuando entendemos la manipulación genética como una
forma de mejorar la especie, evitar posibles enfermedades y mejorar la calidad
de vida de las personas, le estamos dando un sentido más profundo y lleno de
amor y respeto hacia la vida de los demás.
Cuando la utilizamos como medio para evitar la
individualidad, para hacernos a todos lo que creemos es “normal”, para hacer
humanos “a la carta” y para garantizar algo que deseamos, como el color de
ojos, la altura o la compatibilidad, nos comportamos como unos cobardes, como
gente que no aprecia ni acepta las diferencias, como unos niños pequeños que
sólo quieren que se haga lo que les gusta
y como les gusta.
Evitemos caer en este error, utilicemos sabiamente
nuestros descubrimientos, y no echemos el esfuerzo de tantas generaciones por
la borda, simplemente por falta de orientación ética y de carácter frente a las
situaciones que nos presenta la vida.
Por: Lucía Piedrahíta Vélez